Escritor potosino premiado en Paraguay 

León, Guanajuato

Literatura

Escritor potosino premiado en Paraguay

Por Prensa ICL    02/06/16

El escritor Raúl Rivera Orta oriundo de Matlapa, San Luis Potosí, obtuvo la Medalla al Mérito Cultural Literario 2017 Narciso Ramón Colman otorgado por la Secretaría Nacional de Cultura de la República del Paraguay y la sociedad de escritores de este país. Raúl Rivera se hizo acreedor a este premio por su obra: ‘Xantolo. Más allá de la muerte’. El escritor mexicano recibirá la presea en el Museo de Cabildo de la Ciudad de Asunción.

 

La novela ‘Xantolo, más allá de la muerte’ del escritor Raúl Rivera Orta, será premiada por el Mérito Cultural Literario Latinoamericano en Asunción, Paraguay. Originario de Matlapa, San Luis Potosí, Raúl Rivera recibirá la Medalla Narciso Ramón Colman de manos de reconocidos escritores como: Jouseff Grindel, Premio Internacional de Novela Negra 2010; Maya I Cervantes, Premio Nacional de Composiciones Revolucionarias 2009; Candelaria Hortíguea Fundador, Premio Constantinopla de Poesía 2012, y Mauricio Goytortúa de Asís, Premio Internacional de Narrativa 2014, todos miembros de la Sociedad de Escritores del Paraguay.  

La premiación se llevará a cabo en el Museo de Cabildo de la Ciudad de Asunción durante el mes de octubre del 2017.

Raúl Rivera Orta ha publicado los libros: ‘Sol-edades, el mundo de los locos’ (Antología poética); ‘Últimas letras’, y ‘Xantolo, más allá de la muerte’, las tres obras de Editorial Alebrijez 2016 y la última publicada también por la Editorial America Star Books de Maryland, traducida al Francés e Inglés.

A continuación te presentamos un fragmento de ‘Xantolo, más allá de la muerte’:

 

Las madrugadas saben a sereno, dulce y fresco sereno paciente, saben a espíritus que salen de sus rincones metafísicos a cazar mariposas y luciérnagas brillantes con sus manos pálidas, llenas de arcilla y transparentes. Las madrugadas saben a tabaco y a café frío. En la soledad se saborea el sonido de las ranas y los sapos que nos incitan a bailar cerca del arroyo, pero lo mejor de todo es que la soledad sabe a entenderse a uno mismo, a entender que la vida es un retroceso hacia la muerte y la muerte es un anticipo hacia la inmortalidad…

La lluvia nunca había sido un consuelo para mí, pero debajo de ella aprendí a llorar sin pena, a sacar mis lamentos frescos como inviernos con tragos de aguardiente y huapanguera entre la sierra. Aprendí a volar con el petricor sempiterno, con la luz de la neblina, la hermosa huasteca y las estrellas.

Silencio…cansancio, soledad…todo es extraño, siento que me falta el aire y la lluvia me dejó empapado de trepidas nostalgias, un poco mareado y con frío. Siento mi cuerpo liviano como si no tuviera alma ni tampoco ganas de salir a descubrir en dónde estoy parado, en dónde estoy perdido. Más allá de lo que veo -que es casi nada-, creo que hay un caudal pasivo a unos cuantos metros de aquí y el aleteo de las mariposas húmedas y sin acéfalos que merodean casi rosando el agua, se puede escuchar nítidamente como un débil campaneo. Trato de escurrirme entre los árboles, estoy descalzo y la neblina facilita la ocasión para que mi vista sea obstaculizada por su manto blanco virginal entre la pringa y el ulular de los tecolotes me desorienta ya que cuando el tecolote canta, la vida no termina, espera. ¿Qué hora es?  La luna brilla sobre la copa de los árboles, no hay estrellas pero acá abajo las luciérnagas hacen caminos escrupulosos con el resplandor natural de sus diminutos cuerpos invisibles, seres alados al fin de cuentas… lo más cercano que tengo a la divinidad. El sonido del agua se hace cada vez más sordo, -siento como si mi cuerpo fuera de papel mojado-, pero no pasa nada. A mi sombrero se lo llevó el viento arrastrando a quién sabe a dónde, sólo sentí la ráfaga de una ventisca que me trajo aromas a madera de pino y naranjales. Mi camisa está rota y le hacen falta tres botones, me comenzaron a doler los pies y mi garganta reseca pide a gritos un sorbo de aguardiente o agua pero qué hace uno cuando debe de beber sin sed y sin culpas. Todo esto se parece tanto al caminar entre el  Matepoxtle. Como pude, me senté sobre un tronco podrido y lleno de moho con pequeños hongos blancos y polvo enmarañado, quise encender un cigarro de hoja de tabaco pero no tuve con qué encenderlo ya que los tizones que recuerdo, se hicieron ceniza como mis anhelos. Los ojos me lloran, la neblina repentinamente se esfumó y en lugar de eso comenzó a salir de entre la tierra y las raíces de los árboles, humo de sahumerios naturales. ¿En dónde estoy?

 

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