El destino de ser clown y no morir en el silencio

Un cirio alumbra tenuemente el vestidor de una vieja carpa de circo. La función de un clown ha terminado, y es hora de que las palabras broten como una confesión previa a la muerte. Scaramouche Jones cumple 100 años de largos viajes y silencio, y es hora de revelar sus siete máscaras: su identidad regida por una estrella que no le correspondía.

Corrían los últimos suspiros de 1899, cuando en Trinidad y Tobago nació un niño con el rostro más blanco que la nada. La sorpresa de su madre prostituta nunca le sonrió, y la “legión” de padres de este niño no fue más que el desfile de extranjeros que visitaban Puerto España para retozar y continuar su viaje. En ese carnaval caribeño, se encuentran las primeras preguntas de Scaramouche, y su rostro de silencio tendría que marcar la pauta de su destino.

A los 100 años, justo cuando está por llegar el cambio de milenio, Scaramouche ha terminado con su silencio para contarnos su historia: su aventuras casi legendarias que vivió durante 50 años, y que lo llevaron se ser vendido como esclavo y cavar tumbas en la Segunda Guerra Mundial. Aquí, es donde descubre que el rostro blanco sirve para obtener las últimas sonrisas de los condenados a muerte, y donde decide que vivirá otros 50 años, sumergido en el silencio de un clown perdido en el tiempo.

Bajo esas líneas, la descripción del trabajo de Justin Butcher, tanto en la dramaturgia como en la interpretación, se vuelve tan ‘épica’ como lo es la propia historia del su personaje. El discurso, potente y lleno de originalidad; no sólo en cómo se construye al personaje y su mundo, sino que en la forma de relacionarlo con los hechos históricos por los que transita en su búsqueda, llevando la narración de momentos cómicos a hundimientos totalmente depresivos, mostrando un personaje trágico pero completamente libre.

La manipulación exacta de su propia sombra o el dominio corporal con el que Butcher encara cada escena, son claves para descubrir que hasta el más mínimo movimiento ha sido ensayado y perfeccionado para dar vida a Scaramoche Jones. El texto atrapa desde el arranque de la historia, haciendo que la supuesta tragedia del personaje, parezca una búsqueda universal.

Así nos encontramos en la época de la incertidumbre. Sin conocer propiamente nuestros simientos, vamos por la vida creando una historia propia, con acciones en ocaciones sugeridas por la casualidad, en la búsqueda de la belleza que puede ser desde la sonrisa de unos condenados a muerte, hasta comer tranquilamente un sopa bajo algún puente: Jones es ese lado nuestro que nos invita a detenernos a mirar la carretera, aun cuando ya sabemos que tenemos que llegar a ese final del camino.

La visita de Scaramouche Jones al Teatro María Grever este 26 de julio, es más que una parte del Festival de Monólgos o una actividad del Año Dual México Reino Unido; es la enseñanza de que el silencio precede al sonido, a la palabra; y que la palabra es lo que nos ayuda a mirar el mundo en silencio.

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