Contra la persuasión y el adoctrinamiento

Ir a la escuela de Arte puede ser como asistir al catecismo. Te enseñan los dogmas, te muestran unas diapositivas y pretenden hacerte decidir si una Madona es mejor que otra, si tu credo es superior a otro, si un Delacroix o un mingitorio decoran mejor las salas de un museo, adherirte a un sistema de creencias u otro.

Ir a la escuela de Arte se puede convertir muy rápidamente en un auto de fe o en aburrirte hasta que no recuerdes si tenías, o no, una opinión. Afortunadamente alguien dijo: “Ser maestro es mi mayor obra de arte”; desató algunos hilos en este campo y no los volvió a atar. Pretender amarrarlos tampoco es mi labor, mi trabajo consiste simplemente en mostrarlos; en el mejor de los casos seguir deshilando.

Educar para el arte, para la cultura, en un sentido amplio, como lo hace la ESAP, es educar en la belleza, en su posibilidad, en la conciencia de uno mismo y del otro. Es crear comunidad.

Su labor no se limita al adoctrinamiento en algo tan vago y cambiante como puede ser: el Arte.  En esta escuela se ha generado la conciencia de que todos tienen la capacidad de crear belleza, de que cada quien puede asumir la responsabilidad de su experiencia estética. Aquí se entrega una posibilidad, se comparte una visión (se comparten visiones). Más que hacer artistas, aquí se hace arte y el verdadero arte está en la enseñanza.

Mi quehacer es el siguiente: cada alumno lleva a la clase diez objetos cualesquiera, sin importar su naturaleza. Los objetos son comentados, clasificados, investigados, reorganizados, grabados, volteados, desarmados, diseccionados, fotografiados, propuestos, transformados, discriminados, consumidos, compuestos y usados de distintas maneras según sea el ánimo de la sesión, nunca han sido desechados ni descartados, la intensión no existe y las reglas cambian constantemente.

Lo anterior es realizado por los mismos alumnos, yo me limito a cambiar las instrucciones y el contexto; a guiar, moderar, aterrizar y si es necesario, incluso, meter ruido. No se trata de encontrar su valor “artístico” ni siquiera estético. Se trata de dialogar, pensar y estructurar, el arte ya es responsabilidad de cada quien.

Esto es el núcleo de la clase, paralelamente se ven ciertos aspectos técnicos orientados a un proyecto: finalmente se relaciona con la historia del arte o la filosofía, con cualquiera que pudiera tener su cabeza cubierta de miel y hojas de oro o de brea y plumas, sin diapositivas con imaginación.

En Düsseldorf el mismo hombre que afirmaba la enseñanza por encima de sus demás productos artísticos proponía una metodología, yo la leí y seguramente la malentendí, porque no lo tomé tan enserio, no creo que le importe, además lleva muerto un buen rato.  Aquí todos somos bienvenidos. 

• Texto publicado en La Revista Cultural Alternativas N62 Julio 2015