Cómo te quedó el ojo Lucifer: creación de Casa

Ángeles y demonios se entretienen visitando a los mortales; jugueteando en el patio de la Casa de la Cultura Diego Rivera para evitar el encuentro con el niño dios; los pastores que se someten a sus caprichos y los ángeles que descienden para guiar y eliminar las amenazas, envuelto en comedia; se estrenó la pastorela de Casa.

La Casa de la Cultura Diego Rivera refuerza su vocación por complementar la educación artística con puestas en escena ante público, redondeando el trabajo que realizado durante el ciclo escolar. En el marco de los Festejos Decembrinos, una pastorela era la mejor opción para este ejercicio; por segundo año, la maestra Jaqueline Smith tomó la batuta de cerca de 30 alumnos de distintos talleres para montar ‘¿Cómo te quedó el ojo Lucifer?’.

Vale la pena recordar que La Pastorela es un género dramático que surge de los Autos sacramentales, donde se fusionan los lineamientos religiosos de los franciscanos con la cultura de nuestros pueblos originarios, aprovechando la dramaturgia implícita en mesoamérica y el teatro como elemento evangelizador. Finalmente convertidos en una manifestación del folklor e identidad mexicana. La historia, aun con su variantes regionales, consiste en el camino que los pastores emprenden para llegar a Belén, topándose con las tentaciones y peripecias del Diablo.

Con tres funciones que arrancaron el sábado 13 y concluyen el lunes 15, la apuesta interdisciplinaria ronda un trabajo concreto, con ánimo de llevar a buen puerto un clásico decembrino que en este caso, fue armado desde el guión por los alumnos. El montaje arranca desde las instrucciones de la Orquesta Típica que musicaliza en vivo todo el montaje; los bailarines del Ballet Folkórico Octavio García Frausto inducen un pequeño cuadro para posicionar la atención mientras que un par de pequeñas niñas juguetean para plantear la historia.

Destacan en el montaje las actuaciones de los más pequeños, valiendo de sus precoces herramientas histriónicas para darle carácter al montaje, sin ser opacados por los grupos de danza que permanecieron marcando el final de cuadros o momentos trascendentes. Participan también los grupos de danza árabe, de ballet clásico, y alumnos de la Escuela de Música de León, mientras que la escenografía estuvo a cargo de Armando Anaya y Grisel Color.

Uno de los puntos débiles de la obra, es el espacio abierto que implica el patio de la Casa de la Cultura. Aun con el esfuerzo  y el acercamiento con el público, las voces se perdían en distintos momentos; cuestiones de dirección al hacer convivir distintos focos en mismas escenas truncaron algunos trazos; haciendo más evidente el audio.

Sin embargo, la confianza con la que los participantes entraban en cada escena, validaron el ejercicio, cerrando el curso, y justificando que la educación artística no debe quedarse sólo en la teoría o en la ejecución al interior de la clase, sino en el contacto con el púbico y los procesos de exhibición y oferta cultural.