La sodomía en la Nueva España sorprende al FIC 

León, Guanajuato

Arte y Tendencias

La sodomía en la Nueva España sorprende al FIC

Por Ernesto Rodríguez / Foto: Christa Cowrie   27/10/14

Durante el último fin de semana del Festival Internacional Cervantino, en Guanajuato, en la Plaza de San Roque, se presentó Le Cris de Paris para escenificar el poema La sodomía en la Nueva España, del poeta Luis Felipe Fabre. Fue un estreno mundial, en coproducción FIC, Universidad de Princeton y Embajada de Francia en México

Detrás del homenaje que el Cervantino ofrenda a la obra y figura de Shakespeare, y de la obviedad de su cartelera, se esconden las otras gemas del festival: las de los foros menos glamurosos y concurridos, aquellas de las que se sabe y se dice poco hasta que lanzan la granada y, después del impacto, agitan todo a su paso. Presentada en la Plaza de San Roque, La sodomía en la Nueva España es, por donde se la mire, sorprendente.

La obra está basada en el poema del mismo nombre de Luis Felipe Fabre. En su texto, Fabre hace uso de formas literarias ya arcaicas, como el auto sacramental, drama litúrgico del jueves de corpus utilizado en su momento por los autores del Siglo de Oro español. El poema, sin dejar de ser poesía, es al mismo tiempo drama, investigación judicial y fragmento oscuro de la Historia. La sodomía en la Nueva España ‘canta’ los procesos judiciales llevados a cabo a mediados del siglo XVII contra catorce hombres acusados del crimen de sodomía. Aunque habría que aclarar que el autor no solo desempolva formas literarias y sucesos históricos, sino que invierte su significación y sentido; no los actualiza, más bien los hace caminar por la cuerda floja del poema que construye con materiales poco frecuentes.

Las compañías francesas Les Cris de Paris y Le thêatre de l’incrédule son las responsables de la versión teatral, dirigida en la parte musical por Geoffroy Jourdain y en la parte escénica por Benjamin Lazar, quien también actúa. La representación dramática del poema no se limita a utilizar la misma multiplicidad de voces y formas, lo cual, dicho sea de paso, le habría bastado para cumplir con su objetivo, pues a fin de cuentas los autos sacramentales desde siempre fueron escritos para ser representados, y el poema de Fabre no parece ser la excepción a pesar de todo. En cambio, los autores de esta versión potencian dichas cualidades del poema, reinterpretan aquella forma clásica teatral y entregan, a su vez, una obra a la altura del desafío: nueva y rutilante. Obra que, como el poema mismo, semeja un palimpsesto por el que atraviesan diferentes tipos escritura. Aquí son pintura, música, poesía, teatro, arte contemporáneo, jurisprudencia o la Historia misma quienes se entreveran con una osadía notable y encienden el poema, el escenario y las consciencias con solo las voces que cantan acusaciones, defensas y sentencias, y el coro de manos que absorbe todos los movimientos de los intérpretes (pues las manos acusan, sentencian o cometen faltas). Las ventanas que se abren desde el escenario apuntan hacia todas direcciones.

Sin embargo, esta obra es antes que nada lo que propone el poema: la historia cantada de los procesos; los procesos mismos por los que un grupo de hombres homosexuales fueron reducidos a  cenizas. Y dentro de todo eso está lo demás. Pero ¿cómo desmenuzar la obra cuando todo en ella es un fresco vivo cuyos elementos solo nos conducen al agujero negro que el poema mismo propone? Sobresalen, por ejemplo, los efectos de luz y la inquietante insistencia de la coreografía de las manos que parecen salidos de las pinturas de El Greco; la musicalización del poema recuerda y parece inspirada en las misas de Tomás Luis de Victoria; o los sugestivos videos proyectados sobre la fachada del templo de San Roque, que traen a la mente a autores como Genet, Kenneth Anger o Mishima.

La cualidad coral de la obra no se limita a la interpretación de los actores/cantantes, se extiende a todos los componentes formales y contenidos que van emergiendo conforme transcurre la historia. Es, sí, un musical porque toda la obra es cantada (según Fabre el musical es el género “loca” por excelencia), pero no lo es por banal capricho de los directores, sino por una necesidad expresiva que viene sugerida por el poema y que la representación lleva a sus últimas consecuencias con el mejor de los resultados. Así, el ritmo de la obra resulta envidiable; de principio a fin transcurre con la fluidez del suspiro a pesar de la multitud de elementos que el espectador debe atender.

En suma, el mecanismo gracias al cual la obra funciona a la perfección, ha sido pensado y ejecutado con la mayor de las sutilezas, y sus partes lubricadas con gran esfuerzo y dedicación. Eso no obstante lo perturbador que podría resultar hoy en día un proceso judicial por sodomía al estilo novohispano. Es posible que todas las cualidades que hacen de La sodomía en la Nueva España una pieza ineludible cristalicen en una virtud mayor: la exquisita naturalidad de su planteamiento, que no elude en ningún momento la complejidad del arte y del comportamiento humano, de sus espíritus siempre cambiantes y contradictorios.

La honestidad de ambas obras, poema y representación dramática, son la punta de avanzada de una propuesta que, a pesar de recuperar formas y contenidos del pasado, en ningún momento huele a rancio, mucho menos a nostalgia. Como buenos prestidigitadores, sus autores se sirven de diversos elementos, los mezclan y los ponen en jaque mediante su habilidad e inteligencia. ¿El resultado? Una poema y una obra teatral llamados La sodomía en la Nueva España. Magia pura.

 

 

 


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