La historia detrás de los sonetos de Shakespeare 

León, Guanajuato

Literatura

La historia detrás de los sonetos de Shakespeare

Por Carlos Hugo González   20/10/14

No se sabe qué fue primero, si la prostituta o el escritor. Pero desde que ambos oficios existen, cohabitan naturalmente en los mismos suburbios. Son vecinos, estrechan amistades entrañables y en ocasiones, hacia uno y otro lado, en mítica correspondencia, inspiran a la humanidad con grandes obras y memorables encuentros sexuales

Entre los hostigadores del mito, Duncan Salkeld (investigador y académico de la Universidad de Chichester) asegura que 24 sonetos de William Shakespeare están inspirados y dedicados a una mujer que regenteaba un popular burdel de la localidad de Clerkenwell, hace 420 años.

Dice Salkeld que ese amor del joven William se llamaba Lucy Baynman (mejor conocida como Lucy Negro); que también “atendía” en ese prostíbulo; que pudo ser negra; que estaba casada; que en su prostíbulo, Shakespeare montó La comedia de las equivocaciones; que ella es la persona a quien están dedicados los sonetos 128 a 152; y que aquella Dama Oscura no es Mary Fitton ni el actor William Hughs, como sugirió Oscar Wilde al especular sobre la posible homosexualidad del Bardo.

Lucy Negro traía de un ala a Shakespeare:

131

Tiránica, siendo como eres,

Eres como quienes por ser bellas son crueles.

Pues sé bien que no ignoras

Que en mi pecho eres joya muy preciada.

Y a fe que algunos dicen, al mirarte,

Que nadie gemiría por tu rostro;

Si a negar cuanto dicen no me atrevo

A solas juro que ellos se equivocan,

Y que no juro en vano mil gemidos

Que exhalo por tu rostro lo atestiguan,

Y agolpándose claman que lo negro

Altísima belleza es a mi juicio.

                Eres negra tan sólo por tus actos,

                Y de allí que poseas negra fama.

Fue el mismo Wilde quien mejor definió el espíritu de estos versos: "¿Qué nos dicen de Shakespeare sus sonetos? Sólo que fue esclavo de la belleza". Así, la prostituta había marcado su influencia en el escritor, como también habrá de suceder con otros autores célebres a lo largo de la historia.

Charles Baudelaire consideraba, por ejemplo, que convivir con meretrices era una inevitable necesidad para cultivar la imaginación; Walter Benjamin encontró trece coincidencias entre libros y prostitutas; para Roberto Arlt son pieza fundamental en la revolución social; Emil Cioran pasó su juventud entre bibliotecas y burdeles; y “Ángeles de la guarda” las llamó José Juan Tablada.

Shakespeare, según Harold Bloom, es el creador de la “personalidad humana”; Percy Shelley afirmó que sus personajes eran “formas más reales que los hombres vivos”. “El gran poeta se nutre únicamente de su realidad, hasta tal punto que luego no soporta ya su obra”, diría Friedrich Nietzsche, otro que conoció muy bien los burdeles.

Si fuera el caso, Shakespeare habría estado lejos de ser un hipócrita político y sexual de su época; habría apartado de los prejuicios y la doble moral, y como muchos otros, logró inspiración en musas sin ropa.

De 1594 a 2014: buen tiempo para releer sus sonetos y, más allá de coincidir con enredadas hipótesis sobre el origen de una parte de su obra poética, se hace una cordial invitación para leerlo, si así se prefiere, con particular morbo. “Los libros y las prostitutas ventilan sus discusiones en público”, acertó Benjamin

 

 


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