Hamburguesas a dos de tres caídas

Damas y caballeros, respetable público, hoy veremos una lucha monumental. En esta esquina los diabólicos hermanos Hambre y Antojo. En la esquina ruda, el azote de la parrilla, el indiscutible maestro de las salsas, el campeón absoluto del asado, venido desde los juzgados de Guadalajara a aplicar todo el peso de la ley del fuego a la carne. El único, el irrepetible: Alfredo Prieto

Entrar a las Hamburguesas La Esquina Ruda es entrar a una arena de lucha libre donde el paladar se debate por saber cuál de las hamburguesas que ahí se ofrecen es la mejor. El incansable luchador que asesta implacables golpes de sabor tiene una historia casi tan sabrosa como sus creaciones culinarias.

Egresado de derecho de la Universidad de Guadalajara y titulado por excelencia, Alfredo Prieto pronto se construyó una historia de éxito en el mundo legal, sin embargo, oprimido y desencantado por una realidad oscura donde la verdadera ley es el moche, y cansado de enfrentarse con corporativos y empresas usurpadoras, el joven abogado decidió cambiarse los grilletes del saco y la corbata por la libertad del delantal de cocina.

Sin haber estudiado nunca gastronomía y habiendo ejercido la espátula solamente como amateur, Alfredo tuvo un sueño que fue moldeando, marinando y sazonando con mucho trabajo e inversión.

Finalmente el destino lo premió con el éxito y los leoneses tenemos suerte de que haya elegido nuestra ciudad como la sede definitiva de su deliciosa parrilla.

Ahora Alfredo sólo se presenta en los juzgados del gusto y en cada mordida es declarado culpable de hacer las mejores hamburguesas. Fanático de las luchas y habiendo superado varias pruebas para llegar hasta el cuadrilátero, el campeón del asador eligió la lucha libre como tema para su local y escogió ‘La Esquina Ruda’ como su nombre. Una buena elección pues habrá que desearle mucha suerte a quien se atreva a retar la primacía de las hamburguesas que se cocinan en las planchas de este establecimiento ubicado en calle Zaragoza, frente a Plaza Expiatorio.

Finalmente es momento de ordenar y el preámbulo a la batalla es elegir una hamburguesa entre 22 opciones: Unas con salsas dulces, otras clásicas pero con un toque personal, una que tiene queso dentro de la carne, otra que tiene salsa estilo italiano y una de portobello que prueba que un hongo no tiene nada que pedirle al reino animal. Todas se adivinan igualmente suculentas. Filadelfia y Argentina son las elecciones de la mesa y al llegar uno tiene ganas de rendirse de sólo verlas: Pan artesanal de receta de la casa, carne jugosa y abundante, verduras frescas y un aroma que de inmediato aplica una llave de delicia al olfato. Al llevársela a la boca ya es definitivo: la hamburguesa nos tiene sobre la lona y el referí puede contar todo lo que quiera pues la hamburguesa ha demostrado quién es quién y ha instaurado su reinado en el paladar.

La Filadelfia se arroja desde las cuerdas con su salsa ligeramente picante de zarzamoras y cae sin escatimar en queso crema mientras que la Argentina es una cátedra del manejo de la parrilla y una apoteosis de carne.

A pesar de conquistar con la misma autoridad a cada cliente que pasa por ‘La Esquina Ruda’, Alfredo no baja la guardia. Tras un año de historia no ha hecho más que refrendar su título como el mejor y sin embargo sigue entrenando tan duro como siempre. Las jornadas de 16 horas diarias de trabajo no lo amedrentan. Protege su legado y cada tres meses amplía el menú, inventa nuevas salsas y crea nuevas maneras de cocinar hamburguesas.

Además, como un verdadero campeón, sabe que el éxito sólo es tal si se comparte y desde que llegó se ha esforzado por crear comunidad con los bares y restaurantes de la zona, estableciendo trueques y amistades para sobrevivir en este tiempo en que los sitios que han dado vida al centro caminan por un terreno minado.

Cuando uno muerde una de las hamburguesas de ‘La Esquina Ruda’ se da cuenta de que no sólo está saboreando la mejor hamburguesa, sino que está siendo parte de una historia, la de un hombre que se atrevió a cambiarlo todo por lo que realmente le gusta. Eso se nota, se agradece y se devora con enorme placer.