Tres poemas de... Rosario Loperena 

León, Guanajuato

Literatura

Tres poemas de... Rosario Loperena

Por Prensa ICL   19/08/14

Rosario Loperena nació en 1985. Vive en la Ciudad de México.  Escribe. Hace fotografías. Colabora en revistas. Este año publicó el libro electrónico Alfabeto Visual. Mantiene un blog: www.chikipunk.tumblr.com. Los siguientes poemas son una selección del libro Cajas (2014) que fueron publicados en el número 51 de la Revista Cultural Alternativas

 

VISITAS

 

Pregunto la ubicación de la sala

me piden el nombre del difunto,

alguien dice amablemente,

no tarda en llegar el caballero.

 

Estoy en una sala de espera,

pasa un hombre y dice a otro:

No quiero que te destruyas tomando.

 

La sala no es cómoda.

Llega el caballero.

Llega mucha gente.

Hay galletas. Manos estiradas.

 

El caballero está en medio de la sala.

La gente saluda, platica

el tráfico, los precios, la desgracia.

El caballero yace en una caja

bajo focos blancos tubulares.

 

Todos se acomodan, ven al frente, toman agua.

Estoy en una sala de espera llena de relojes y cafeteras calientes.

La gente se despide, debe hacer cosas, ir de compras, llegar a casa.

La sala se vacía nuevamente.

 

El caballero en medio de la sala, sigue esperando.

 

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COMPROBACIONES

 

Casa es donde hay luz.

Estar atrapado entre muros de costillas no debe provocar claustrofobia.

La estática de los aparatos eléctricos no es música para los familiares.

En una mano están contenidas las gramáticas de la violencia.

Una persona es más que huesos.

Los huesos alimentan a muchos animales.

 

Nota: Deje el esoterismo.

Los dèjá-vu son una falla cerebral.

 

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¿GUSTA UN VASO CON AGUA?

 

Un hombre tocó a mi puerta. Vino a vender aspiradoras.

Yo no tenía dinero ni ganas. Quise mostrarle mi poesía.

Él rió nerviosamente. Tuvo la intención de irse.

Abrió su portafolio y me enseñó mangueras, bolsas y tubos.

Abrí mi libreta y comencé.

El hombre debió haber pensado que yo era una especie de loco.

Él quería convencerme de algo (yo quería convencerme de algo).

La poderosa succión de la manguera, el motor más silencioso.

 

Cuando volteé a ver su rostro después de haber escuchado varias líneas

y beber un vaso de agua de mil sorbos, supe que algo sucedía.

 

Me mostró la modalidad turbo, el modo contra lo húmedo,

el truco para llegar a lugares difíciles.

Sonreí, pasé al segundo párrafo,

hice esa ondulación de la voz al llegar a media página,

luego susurré antes de las comas.

 

Me habló de lo económico, de su desprecio a las escobas,

de los beneficios de no curvar la espalda.

Yo leí el final de aquel poema conmovido.

 

Él se paró y dijo: una persona como usted no necesita aspirar.

 

Al cerrar la puerta me percaté de que mi alfombra estaba muy sucia,

y él no había dejado su número.

 

 


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