Crónica 2: León 1, la colonia 'nomber guan' 

León, Guanajuato

Literatura

Crónica 2: León 1, la colonia 'nomber guan'

Por Alejandra Ramos   21/07/14

Las pedradas en las puertas, el quebradero de vidrios, el tallón de machetes contra el asfalto. Cualquier sonido eriza la piel de quienes no se atreven a asomarse por la ventana en la colonia León I. No faltan las detonaciones de arma de fuego y las voces enardecidas de los pandilleros se escuchan entre el rumor de las sirenas de patrullas que llegan a calmar riñas en la colonia

“¿A cuál y a cuál, güe?”, grita un joven con pantalones acampanados, tatuajes en los brazos y gorra al revés mientras señala las puertas de las casas. Los demás integrantes de la banda eligen las que van a apedrear. Sólo agreden los domicilios de quienes ubican como integrantes de pandillas rivales. Encontraron la que buscaban y desde afuera gritaban: “¡Déjate venir culero, déjate venir!... ¡Qué, pendejo! ¿ya vas con tu mamita?...¡vales madre! ¡Uh!, ¡uh!, ¡uh!...”

Aquí nadie es el ‘número uno’. Aquella frase que un drogadicto gritó a media noche (“¡Soy el nomber guan, de la león guan!”) no aplica. No hay calles más peligrosas que otras: todas están tomadas por alguna las 35 pandillas que ‘conviven’ en León 1.

Coloridos personajes pasean todo el día por las calles del barrio. Por la mañana, tarde, noche y madrugada camina ‘La tía’, una mujer de baja estatura, cabello enmarañado, piel tostada, siempre sola, que fuma y se agarra los pechos. Marcha castrense al ritmo de su frase para la historia: “Ora sí, todos a la chingada”. Así recorre el bulevar Enrique Aranda Guedea en un viaje de ida y vuelta. O el ‘Jail’, que pasea, grita, baila y de vez en cuando trabaja. Le da la bendición a la gente, barre calles y sólo a veces…

Para ser aceptado a una pandilla hay que realizar un acto delictivo, encubrir a un criminal, rendir honores a los protectores de la calle. En pocas palabras: ser parte de este sistema podrido de supervivencia.

Los niños aquí parecen no vivir su infancia. No es un secreto que muchos de ellos son pandilleros, analfabetos, maltratados y manipulados por los mayores. En León I, algunas madres les dan armas a sus hijos, les dejan fumar marihuana dentro de casa y se olvidan de mandarlos a la escuelas. Ninguna calle se salva. Aquí todos son amigos y enemigos a la vez.

Llegar al barrio no es difícil: la ruta Maravillas atraviesa los puntos rojos del territorio. Esa ruta es insufrible en horas pico. Huele a sudor, comida, cannabis y cerveza. Apretujones y roces de abultados estómagos de hombres y mujeres.

Un festín olfativo impregna las narices antes de bajar del camión. La rutas 47 y 12; y las auxiliares 02, 19, 06, 05 y 62 también hacen una parada en León I. En taxi también se llega, excepto después de las once. A esa hora es difícil encontrar a alguno que se arriesgue. “Para allá ahorita ya no entro”, dice un ruletero que sólo se atreve si cobra tarifa especial. Entrar en bicicleta (si no eres nativo de la colonia) es un grave error. A cualquier hora, seguro te dejan sin vehículo, alguna herida y la impotencia de no poder defenderte.

El ambiente es amenizado por cumbia ‘sonidera’, reggaetón y el sonido de los tubos de escape de las motonetas adornadas con leds. Aquí hay buenos bailarines con jerseys de basquetbolista, corte figuras tribales, trencitas en el pelo de los hombres y cabello decolorado en las mujeres. La pelea por ser el “nomber guan” de ‘León uña’ sucede todos los días. Los que casi llegaron a serlo están en la cárcel o muertos. Pero siempre habrá un niño, un joven, un adulto que aspire a ese efímero logro.

 

 


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